Este estuche a juego del cuaderno entelado «Las rosas del jardín de Alfonso» tiene una historia que te cuento aquí:
Mi padre ha dedicado cientos de horas a cuidar y mimar sus rosas, por eso cuando las veo siempre recuerdan a él.
Ésta tela está llena de rosas, la que querido combinar con morado porque es también su color, el de su ciudad y el del equipo de fútbol de su ciudad.
Me apetece contarte como era la pequeña rosaleda que cuidaba con esmero.
Alfonso tenía frente a su casa un pequeño espacio que hizo suyo y al que aún hoy no deja entrar a nadie,
ya no hay rosas porque dice que le dan mucho trabajo pero tiene un montón de plantas que no requieren tantos cuidados,
y es que si se hubiese dedicado a la jardinería seguro que habría tenido mucho éxito porque tiene muy buena mano con las plantas,
de hecho, ahora que lo pienso, de alguna manera se ha dedicado a ella cuidando los jardines de su barrio y haciendo de su casa un lugar lleno de vida vegetal.
En su pequeño jardín hacía una gran estructura con alambres y tutores para sujetar las rosas, las enredaba, las podaba, les quitaba las hojas secas, vigilaba que no tuviesen plagas.
De esta manera en primavera siempre tenía flores en el jardín y en casa,
mi madre las metía en vasitos con agua para que diesen olor, y cuando se caían los pétalos los guardaban en un cesto de mimbre para que se secasen.
Aún conservan ese cesto y los mueven de vez en cuando para que el olor se esparza momentáneamente por la habitación.
Ya no hay rosas en su jardín, el único rosal que queda lo tengo yo,
y si viene a verme trae sus tijeras rojas de podar y lo mima un poquito, no lo puede evitar.
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