Olor a Navidad

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Esta tela sin ser navideña me recuerda a la Navidad de mi infancia y la Navidad de mi infancia huele a frío, a campo, a tierra mojada y a musgo, quiero contarte porqué.

Mis padres siempre ponían un gran Belén, mi padre es una persona mañosa y preparaba en un rincón de nuestra pequeña casa una mesa que había diseñado y construido él para colocar un Belén que guardaba durante todo el año -desde hacía muchísimos años- en su cajita original.

Una de las Navidades se sumó a los Reyes, los Pajes y el Nacimiento un pastor que yo había pintado en el colegio, era mucho más grande que las figuras originales, pero no les importaba.

En esos años era tradición poner el suelo de musgo o de serrín, en mi casa siempre se puso de musgo.

A mis padres no les valía cualquier musgo, así que cruzábamos la carretera nacional (aquí se sigue llamando por los más mayores “la general”) por túneles subterráneos que la atravesaban por debajo y aparecíamos en mitad del monte con nuestros abrigos y nuestras botas que volvían llenas de barro y unas cajas de madera repletas de auténticas alfombras de musgo, recuerdo como mi padre metía la mano por debajo de esa mullida moqueta y la iba desprendiendo poco a poco de la tierra para que saliese entera.

Hoy está prohibido hacer esto y desde que lo prohibieron no he vuelto con mis padres a recoger alfombras naturales, pero me guardo como un tesoro este recuerdo, este olor a Navidad, el olor a esos paseos por el monte en pleno diciembre, la euforia de poner -por fin- el belén y la alegría de que llegase la Navidad.

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